Charly Tozzi

El 27 de Diciembre de 2005, me dicen que tengo una Leucemia Mieloblástica Aguda.

Mis padres, desesperados, salen a averiguar cuál era en aquel entonces, la mejor clínica para tratarme dicha enfermedad.

A través de los contactos del rugby de mi viejo, me visita en el Centro Médico Medicus de la calle Azcuénaga, el señor Mayko Pavlovsky.

Charlando, el me pregunta en dónde quiero atender mi enfermedad, si en Medicus, o en Fundaleu; entonces yo le pregunto cuál es la diferencia?, y el me responde que tengo más chances de curarme en Fundaleu, ya que en ese momento, dicha clínica era una de las 9 en todo el mundo, dedicadas pura y exclusivamente  a el tratamiento de esa enfermedad, e investigación de todo lo referente a la sangre.

Te cuento una historia de amor, pero no cualquier amor, este amor, es verdaderamente puro y especial:

Durante mi última internación en Fundaleu, comencé a sentir dolores de garganta. Eran muy fuertes y hasta me impedían comer.

El jefe clínico, acude a mi encuentro en mi habitación, y ante mis quejas, sube considerablemente la dosis de anestesia para que los dolores cesaran; y cesaron bastante.

Pero nada es gratis en esta vida, porque me vinieron unas terribles náuseas y arcadas, teniendo que salir corriendo al baño y arrodillarme frente al inodoro.

 En ese instante, escucho que se abre la puerta de mi habitación, alguien entra, y cierra la puerta.

Escucho pasos que se acercan, miro de reojo, y maldigo.

Era una de “Ellas”, una de mis enfermeras favoritas, no solo porque me parecían lindas o por su dedicación, sino que además tenían una onda divina, y las sentía como verdaderas amigas, ya que en los pocos minutos que tenían libres, venían a pasar revista y a charlar conmigo siempre que podían.

Pero en ese momento, no quería verla, no quería que Ella me viera en ese estado, en ese cuadro, pensando que podía ocasionarle algún tipo de asco o rechazo. 

Qué equivocado estaba!!!!!!!

Ella no solo se acercó, sino que se arrodilló junto a mí, pegados codo con codo, y sin decir una sola palabra, comenzó a acariciarme, mientras yo hacía lo que podía conmigo mismo.

A partir de ese momento, Ella dejó de ser una de mis enfermeras favoritas.

A partir de ese momento, Ella pasó a ser mi Hada, mi  Ángel de la guarda.

Con esto que cuento, quiero sumarle a Fundaleu, además de toda su tecnología y cuerpo médico,

el amor, la contención, la solidaridad y todas las palabras semejantes, a toda esa gran familia.

Todo el cuerpo médico, enfermeras/ros, técnicos, las chicas de la limpieza, las recepcionistas, las jefas, hasta las personas del directorio, y los de la cocina, que me encantaba comer esa comida, son personas especiales, con un grandísimo don, el don del Amor, pero del Amor Divino.

Si te estas atendiendo en Fundaleu, no podes estar en mejores manos.

Que Dios los bendiga por siempre!!!!

Charlie.

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