Hola! Soy Christian Petrone, tengo 32 años y soy un egresado de Fundaleu.
Quiero compartir con vos que en Noviembre de 2008, ya hace casi 10 años y yo teniendo 23, me diagnosticaron «Linfoma Linfoblástico Pediátrico Tipo T». Sinceramente cuando escuché la palabra “Linfoma” ya me perdí. Era la primera vez en mi vida que escuchaba esa palabra. Desconocía totalmente lo que tenía. Los médicos se encargaron de explicarme, llegando a esa conclusión luego de varios estudios muy precisos que anularon por completo mi idea de “seguro que en unos días me voy a casa, si yo solamente tengo tos y dolor de pecho”.
Luego de comunicarme el diagnóstico y de explicarme el tratamiento de debería hacer, el médico me preguntó: “¿Qué sentís?”. Textualmente mi respuesta fue “tengo ganas de pegarme un tiro”. Nada más lejos de lo que en verdad sentía, pero la angustia e incertidumbre de ese momento me hizo lanzar esa frase catastrófica, la cual fue respondida por otro médico que estaba en el consultorio, pero que, hasta ese momento, había permanecido en silencio. Con sus sabias palabras, hizo que ese pensamiento apocalíptico desapareciera de inmediato. Él me dijo: “Nadie quiere estar en tu lugar, lo sabemos. Y es entendible la angustia y la bronca. Vos expresala siempre, sacala de tu cuerpo. Puteá a la enfermedad, puteá al aire, puteanos a nosotros, puteá a quien quieras, pero siempre recordá y tené presente que el horizonte es vencer la enfermedad y nosotros tenemos la cura.”
Días después de esta respuesta, que me ayudó a cambiar mi parecer y a ver las cosas desde otro punto, me encontraba en una sesión de terapia, y en un momento mi psicóloga me preguntó qué pasaba por mi mente al enterarme de lo que tenía y de lo tendría que afrontar en los próximos meses, a lo que le respondí: “¿Por qué a mí?”. Esa pregunta aparecía repetidas veces por día en mi cabeza. Constantemente me cuestionaba eso, hasta el instante en el que mi terapeuta me contestó: “En vez de preguntarte “¿Por qué a mí?”, te invito a que te preguntes “¿Por qué a mí no?”. Y agregó: “Ninguno de nosotros está exento de que nos pasen este tipo de cosas en la vida. Hoy te tocó a vos y lo vamos a afrontar.”
Nunca tan bien aplicada la frase “las palabras justas en el momento indicado”. Tanto el médico como mi psicóloga habían respondido lo que yo necesitaba escuchar para tomar fuerzas y comenzar el tratamiento.
Dicho y hecho, a los pocos días, lo iniciamos… Fueron 6 meses de quimioterapia, punciones, controles, etc., debiendo abandonar todas las actividades que venía haciendo para focalizarme exclusivamente en el tratamiento. Lo cumplí a rajatabla. Hubo días de no tener ganas de nada, otros días normales y otros en los que sentía que era totalmente invencible.
Dato de color y para nada menor: Días antes de enfermarme, me había subido por primera vez en mi vida a un escenario a hacer Stand Up. Había sentido por primera vez lo que era hacer reír al público. Y de un día para el otro, recibía la noticia de que no lo podría volver a hacer, hasta que no me curara. Pasó 1 año exacto desde mi última actuación hasta que, ya curado, volví a subirme a las tablas. Y fue mágico. Te comparto esto porque esas ganas, esa energía, ese deseo de volver a hacer lo que me había hecho tan feliz, fue lo que me acompañó durante todo el tratamiento, para recordar que el horizonte era posible, que estaba en el lugar donde tenían la cura y que yo tenía un fuerte deseo de poder lograrlo.
Hoy, casi 10 años después, sigo haciendo Stand Up. Con la alegría de que hace unos meses estrené mi Unipersonal llamado “#MADURAR (no quiero)”, porque si hay algo que no quiero dejar de hacer, aunque pasen los años, es jugar y mantener vivo mi niño interior. Como cierre del Show, compartí brevemente mi experiencia con el público, específicamente para concientizarlos de la importancia que tiene donar sangre, para ayudar a quienes hoy están pasando por lo que yo pasé.
Ojalá este testimonio te ayude a tomar fuerzas, a sentirte valiente y acompañado/a por mí, además de la ayuda de tu familia, de tus amigos/as y del equipo de personas recontra profesional y humano que integra Fundaleu, que está ahí, día a día, para hacerte saber que la cura es el horizonte, y que ese horizonte, es posible.
Como cierre, te invito a que intentes no perder el sentido del humor. En mi caso, es lo que me acompaña desde siempre y lo que me ayudó a encarar el tratamiento desde el minuto cero. Es difícil, lo sé. A veces, simplemente, es casi imposible mantener la sonrisa. Por eso, quiero graficar esta invitación con la siguiente anécdota: Una vez diagnosticado sobre la enfermedad que tenía, una persona me dijo “¿Sabías que Facundo Arana tuvo lo mismo que vos pero a sus 19 años?”. Me sorprendió el dato. Lo desconocía. Y respondí: “Bueno, si termino rubio y de ojos celestes, que me den lo mismo que le dieron a él”. Y si bien sigo siendo morocho de ojos marrones, lo que me habían contado me motivó para afrontar el tratamiento, sabiendo que alguien conocido públicamente había pasado por una situación similar, que había sido atendido por quienes me estaban atendiendo a mí, y estaba realizando una vida normal, cumpliendo sus sueños, luego de haberse curado.
Hoy, estoy agradecido de poder ser quien, de alguna manera, motive a otras personas a mantener la fuerza y la esperanza para curarse, tal como muchas personas lo hicieron por mí. Por eso, no tengo dudas de que en breve, tu testimonio también estará en esta página, ayudando a mucha gente a transitar el camino de la sanación, el camino de la vida.
Me despido con una frase que siempre tengo presente: “La unión hace la fuerza”. Estamos unidos. Estamos fuertes. ¡A por los sueños, siempre!
¡Un gran abrazo!
Christian Petrone.-