Edgardo Hilaire Chaneton

EDGARDO HILAIRE CHANETON 16/09/1948 (69)

El día lunes 14 de enero de 2008 parecía un día como cualquier otro.

Llegué a la fábrica, me serví un café horrible de la expendedora automática, revisé los partes de producción, salí a caminar por la planta como todos los días y vi a un operario haciendo una maniobra muy riesgosa. Traté de advertirle y al dar un salto sentí un dolor muy fuerte en la espalda, alcancé a sentarme y me desmayé.

Cuando me desperté estaba atado a una camilla en una ambulancia y después de una serie de pasos que no hacen a este relato me diagnosticaron “aplastamiento de la quinta vertebra dorsal con pérdida de altura”

Como no soy muy alto me preocupé “con pérdida de altura” ¡¡¡Qué macana!!!!!

Horas más tarde me enteré de que se me podría haber seccionado la medula y quedar cuadripléjico y mi preocupación cambió rápidamente dejando de lado la perdida de altura.

Me internaron en el Instituto del Diagnóstico y una doctora de nombre Liliana Raskovsky, análisis de orina de por medio, rápidamente me diagnosticó “mieloma múltiple”

De entrada, no me asusté porque no sabía qué era, pero al mandar un mensaje a unos amigos en Holanda con mi BlackBerry, uno de ellos me contestó en un tono muy serio y utilizo la palabra leukemia (leucemia en ingles)

Mis dudas se disiparon cuando decidieron mi urgente traslado a FUNDALEU y entonces mi preocupación cambió nuevamente.

Arranque con “pérdida de altura”, seguí con “quedar cuadripléjico” y ahora era luchar “luchar por mi vida” y todo en un poco más de 24 horas.

¿Cómo podía ser que de golpe cambiara tanto todo?

Como me estaba pasando esto a mí?

… y finalmente

¿Porque me tocó esto justo a mí?

Recuerdo la primera mañana dentro de mi corset que me tomaba del cuello a la cintura, a la espera de que me operaran la columna sin dolores por los fuertes calmantes que me suministraban, pensando en silencio las respuestas a las tres preguntas cuando entra una enfermera española, divina con unos ojos increíbles de nombre Blanca y me dice con una sonrisa:

  • ¡Buen día! ¿Cómo ha pasado la noche? Prepárese que en un rato vengo a bañarlo.

Me sobresalté: ¿Cómo?… ¿Bañarme a mí?

¿Por qué recuerdo a Blanca con tanta precisión?

Más allá de su simpatía y belleza, Blanca, sin saberlo, me había bajado los pies a la tierra y centró mis pensamientos en la realidad y en el nuevo mundo en el que amanecí sin quererlo, sin saber cómo y por cuánto tiempo.

¿Cómo podía ser que yo, que viví tomando mis propias decisiones y le venía escapando sistemáticamente a todos los psicólogos y psiquiatras, sin darme cuenta en un abrir y cerrar de ojos me encontré paralizado y sin siquiera poder bañarme solo y con una expectativa de vida incierta?

En ese momento me dije:

Esta lucha la voy a ganar, no sé cómo, pero la voy a ganar”

  • “No me importan ni las estadísticas ni los porcentajes de sobrevida”
  • “Yo voy a salir adelante y, si por algún motivo, no lo logro, no será porque no puse todo de mi”
  • “Tengo que entregarme totalmente y dejar de lado mi forma de ser para hacer lo que me pidan, sea lo que sea, me duela lo que me duela
  • “Y esto no lo voy a hacer solamente porque quiero vivir, sino para ayudar con mi ejemplo a los que están conmigo en esta aventura.
  • “Lo hago también para dejarles un testimonio a mi mujer, a mis hijos, a mis hermanas y a toda mi familia para que en el caso que me toque irme, me recuerden con una sonrisa”

Mi historia clínica es muy aburrida y como soy ingeniero la sintetizaré en números

  • 1 fractura de columna, aplastamiento de 5 vertebra dorsal
  • 3,5 horas de operación de columna
  • 3 turnos de autotrasplante de medula cancelados
  • 15 aplicaciones de rayos en la vertebra
  • 9 horas en 3 operaciones más para desinfectar la zona
  • 2 neumonías
  • 13 entradas a quirófano
  • 120 días internado en 5 clínicas distintas
  • 1 semana en blanco de la que no recuerdo nada 
  • 180 días de internación domiciliaria
  • 300 aplicaciones endovenosas en mi domicilio (cada 12 horas)
  • 26 pastillas diarias, 16 con el desayuno durante la internación domiciliaria
  • 1,5 años durmiendo boca arriba
  • 3 años de controles mensuales de sangre y orina

…. y aquí estoy nueve años después!!! Listo para compartir con Uds. todo esto y decirles que valió la pena.

Que nadie piense ni un minuto al leer esto que soy un gigante, un fenómeno, un ídolo, ni dada por el estilo. Nada de eso. La fuerza que saqué de adentro para soportar todo esto no fue mía, me la dieron mis afectos que me apoyaron y transmitieron una fuerza que crecía y crecía con cada una de las adversidades que se me fueron presentando.

El mérito es de todos ellos y el mío fue solo escucharlos y entregarme al tratamiento con infimita fe.

Yo lo único que yo hice fue hacerme un decálogo y cumplirlo al pie de la letra:

  1. Aceptar la realidad.
  2. No pensar hacia atrás.
  3. No preguntarme nunca más: “¿por qué a mí?”.
  4. Ser disciplinado y coherente en mi comportamiento.
  5. Recordarme que debía ganar la guerra y que alguna batalla perdería.
  6. Llorar por dolor pero no por angustia.
  7. No malgastar fuerzas con pensamientos negativos.
  8. Valorar el apoyo de la familia y de los amigos.
  9. Vivir cada día con intensidad.
  10. No desarrollar pensamientos negativos ya que son tóxicos y sacan la fuerza que se necesita para ganar la guerra.

Esta fue mi fórmula y no estoy diciendo que sea la única. A mí me sirvió y tal vez a ustedes también, total o parcialmente. No es difícil. Es cuestión de empezar y hacer un decálogo propio y hacerlo saber a sus afectos para que ellos los ayuden a llevarlos adelante.

Para terminar este testimonio quiero hacer llegar mi agradecimiento a las personas sin las cuales hoy no estaría vivo y lo voy hacer en un orden más lógico que orden de mérito

  • A mi mujer  Valerie: que de los 120 días internado paso conmigo más de 100
  • A mis hermanas Estela y María Silvia y mis cuñados, porque cada vez que abría los ojos también estaban junto a Valerie. Ellas también fueron claves para iniciar una terapia psicológica y psiquiatra, fundamentales para ordenarme el bocho y poder seguir mi decálogo.
  • A mis hijos, sobrinos y mis amigos: que me visitaban con mucha frecuencia trayéndome historias que me ayudaban a distraerme y no alejarme del mundo

De FUNDALEU y su gente:

¡Qué se puede decir que Uds. no sepan ya!

No puedo hacer nombres porque sería injusto olvidarme de alguien, pero también sería ingrato si no recuerdo a Claudia Corrado, Cecilia Dagniani, Isolda Fernández y Graciela su secretaria, Ana Laborde, y a las chicas de Recepción del Pavlosky que además de regalarme sus sonrisas y amabilidad todos los días, se dejaron sobornar con los alfajorcitos de dulce de leche para los sobre turnos.

¡Finalmente, DIOS!

No he querido poner a Dios es todo esto aunque soy Católico Apostólico Romano, pero sin duda Él siempre estuvo conmigo y con mis afectos en esta encrucijada y en todos los momentos de mi vida. Sin duda el me allanó el camino, pero el camino lo hice yo

No lo puse en mi testimonio porque mi deseo es que llegue y ayude a todos cualquiera sea religión y también a los que no tienen ninguna.

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